Invizimals

Estándar

No se por qué extraña razón mis hijos siempre terminan poniéndome en mi sitio, o al menos en algún sitio.

La historia sucedió así: Marco es un fan incondicional de Star Wars, mención exclusiva merece esta filia pero queda pospuesta de momento, pues bien, tenemos un álbum de pegatinas con fotogramas de la saga, 324 sin ir más lejos. Después del gran estreno del Episodio VII el pasado mes de diciembre las hemos ido coleccionando con avidez e ilusión, tenemos dominadas las cifras de tres números y el álbum a puntito de caramelo, casi listo; pues bien desde hace algunas semanas el niño llegaba a casa con unas horrendas cartas, las «repes» de sus amigos de Batalla de cazadores. Invizimals. No le concedí demasiada atención, o más bien no quise hacerlo, ¿he dicho ya que son horrendas?

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Hasta que un día llegó la petición oficial,

-Mamá quiero el álbum de Invizimals y sus cartas.

-¿Y qué hacemos con el de Star Wars? Nos faltan muy pocas.

-¡Pero es que lo quiero! Podemos tener los dos.

-Los dos es imposible, no podemos comprar sobres de dos colecciones diferentes.

-Pues el de Invizimals.

-Pues lo compras con el dinero de tu hucha.  -Dije con exasperación.

-¡Vale!

-Pero si a ti lo que te gusta es Star Wars.

-Pero a los demás no mamá.

-Pues mejor, así eres diferente, tienes tus propias aficiones.

-No quiero ser diferente, quiero ser como todos. Cuando salí de tu barriga, allí en el hospital pensé con mi cabeza… «Quiero ser como todos».

Puede parecer una banalidad pero ha sido un quebradero de cabeza para mí. ¿Por qué quiere ser cómo todos? Realmente le interesa formar parte de algo ¿necesita que le acoja la tribu? ¿estará haciendo cosas que no le gustan realmente? ¿Por qué le importa tanto la opinión de los demás?

Además, en mi cabeza socialmente feminizada la colección es infumable, Star Wars era cine finalmente, no había visto las películas hasta ahora pero ha sido fácil entrar en ese universo, ¿pero esto? Figuras musculadas, proyectadas a contraluz en actitud desafiante, ¡otras 322! ¿Qué significan? ¿Qué mensaje transmiten a las dulces mentes infantiles? ¿Violencia? ¿competitividad? ¿qué?

Al principio lo vivía con tantísima frustración, no paraba de remugar entre mí, «Si ni siquiera sabe cogerlas, pasa las cartas de una mano a otra con torpeza, necesita ayuda para ponerlas en el plastiquito, en cuanto coge el álbum boca abajo se caen la mitad, pero si no sabe leer la leyenda del envés, si desconoce cómo se juega a esto, no es para su edad, no es un juego para él…» Y así más y más.

Sin embargo algo tienen esas cartas, cientos de ellas que cuando abre un sobre sabe perfectamente si la tiene repetida o quién de sus compañeros ya la tiene. Puede ser una fascinación por la posesión, puede ser un anhelo por compartir intereses con los demás, o quizás son los destellos de lo heroico, el magnetismo de la fuerza, de lo imperecedero.

Miro a su alrededor y son tantos los niños que negocian con sus cartas, también más pequeños que él, con cuatro años ya llevan los bolsillos llenos de animales fantásticos humanizados, bípedos y dignos. Es todo un universo con su iconografía y convenciones.

Ya no estoy frustrada, miro con curiosidad a dónde nos conduce esto, nunca fui un niño y es muy impactante conocer los entresijos de uno, una sorpresa y un privilegio. Además, espero con ansias las cartas de paisajes, ésas me encantan, pero no me olvido de que tenemos a medias el álbum de Star Wars, eso me pone nerviosa ¿pasará algo si lo acabo yo?

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