Aprender a vivir con niños

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Aprender a vivir con niños. Ser para educar. Éste es el último libro de crianza que ha pasado por mis manos. Su autora, Rebeca Wild, no me ha dejado impasible, excava en aquello que nos incomoda, en lo que duele, y libera a los niños de la etiqueta de la inmadurez, de ser aquellos que dificultan las relaciones con nosotros, los adultos.

A través del relato de la fundación del Pesta, escuela activa creada por Rebeca y Mauricio Wild, la autora nos conduce a su universo, microcosmos educativo perlado de utopía. Con sus palabras llenas de verdad y crudeza me he asomado al sendero de consciencia que nuestra sociedad nunca atravesará.

Uno de los aspectos que más ha llamado mi atención es la AUTORIDAD SOTERRADA con la que tratamos a los niños, en el mejor de los casos. Wild propone dejar que el niño encuentre su propia esencia para después florecer en sus capacidades con felicidad, pero en no pocas ocasiones ejercemos nuestra directividad, corrigiendo cada palabra, gesto, dibujo, grafía, comportamiento. Acompañar sin dirigir es una actividad más complicada de lo que a priori podríamos suponer. El texto lleno de ejemplos se nos revela con claridad. Descubrir cómo se vuela un avión se aprende haciéndolo, no mirándolo en la tele, no solo admirando la destreza del adulto que nos demuestra su pericia, no, se aprende haciendo, viviendo, errando, repitiendo, acertando y después volviendo a fallar. Lo que un niño necesita no es un adulto que le muestre lo estúpido que es, que le corrija hasta el contorno de su sombra, y que siente cátedra con sus enormes conocimientos, lo que un niño necesita es verdadero respeto en sus capacidades, en sus motivaciones y en su tempo.

¿Cómo evitar la autoridad unilateral adultocéntrica, la que considera a unos por encima de los otros? Favoreciendo «que los niños pasen la mayor parte posible de su tiempo junto con otros niños, sin que los adultos determinen sus actividades y prevengan o resuelvan sus conflictos». Con ésto se persigue un objetivo, «superar el egocentrismo por medio de interacciones espontáneas con el mundo». Cómo veis las palabras de Wild me conducen a dónde quería, argumentos favorables para la escolarización, claro está, en una escuela activa, que provea de espacios y circunstancias en las que se puedan dar estas condiciones.

Las necesidades auténticas de los niños varían con los años, (en Etapas del desarrollo también de Rebeca Wild) y si, hay una etapa egocéntrica, pero en cualquier caso tienen excusa, es biológico, pero ¿qué ocurre con nosotros? nunca lo superamos, seguimos alimentado nuestro ego y un niño supone una amenaza importante a nuestra endeble personalidad. Usamos nuestro poder con ellos porque estamos inseguros, por la costumbre o porque no conocemos otro camino. Según Wild «al vivir inconscientemente en un nivel de autodefensa nos resulta imposible tener las «antenas puestas» y llegar a una verdadera comprensión sobre las necesidades de los niños» y yo diría que tampoco tenemos las «antenas puestas» en nuestras genuinas necesidades, entrenados durante años en el arte de des-oirnos. La infancia se basa en la directividad continua por parte del adulto, consideramos a los niños inmaduros y con nuestro comportamiento reforzamos una autoestima pobre basada en su incapacidad, así encontramos en el futuro adultos dependientes, egocéntricos, insatisfechos y poco creativos o espontáneos.

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Pero hay una buena noticia, podemos «aprender a vivir con niños», es una gran oportunidad para deshacer los viejos bloqueos que nos acompañan ya que los procesos externos que vivimos con ellos rozan nuestros procesos internos, «pasar tiempo en el ambiente de los niños sin obligación provoca que nos percatemos del estado interno propio y del de los niños», nuestra lógica infalible nos abandona, «cuando retrocede nuestro miedo latente se abre paso la confianza en la vida».

Wild, sin ser taxativa, establece algunas pinceladas en nuestro proceder, nos insta a que respondamos las preguntas de los niños pensativos, tentativamente, como si nos hiciéramos esa pregunta por primera vez, así les ofrecemos la oportunidad de contraponer sus convicciones. También hemos de ofrecer un ambiente enriquecido con estímulos sensoriales que debe garantizar la libertad de movimiento y la atención humana, el niño no ha de estar solo. Subraya, además, el juego libre con objetos concretos como base de la experimentación y del aprendizaje.

Este libro me ha hecho soñar con una escuela nueva, también me ha entristecido, ilusionado, enfadado, en definitiva me ha movido en todo momento. No creo en gurús ni en verdades absolutas pero el pensamiento analítico que rema contra-marea siempre es bienvenido.

Os recomiendo este enlace, contiene videos sobre la escuela activa del Pesta, todo un hallazgo.

Un comentario »

  1. Que interesante me suena lo que cuentas del libro y no lo conocía. Ahora mismo voy a encargarlo, muchas gracias por compartirlo Silvia! Espero que esteis todos muy bien, un besazo

  2. Muchas gracias por las recomendaciones. Leí «La vida en una escuela activa» y «Calidad de vida», porque me resultaban más amenos que «Educar para ser», mi lectura fluía mejor…. Y también porque estaba un poco ansiosa de ver los resultados finales de la experiencia del Pesta, jeje.

    Ahora me animaré a leer también «Aprender a vivir con niños», ¡me han entrado muchas ganas!
    ¡Gracias!

  3. Acompañar sin dirigir y que cada niño se desarrolle según sus capacidades en su propio universo. Algo de Montessori, algo de lo que lo no queremos que siga pasando… es decir, suena bien, a ver si encuentro el libro on line. Saludos

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