Un año como mamá de dos

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Un año como mamá de dos. Respiro profundamente y abro mi me memoria para vosotros.

La maternidad real, esa que tiene sombras llegó cuando mi cuerpo albergaba a Maia. El acto de amor más intenso, el descubrimiento de las verdaderas necesidades de bebés y niños, mi revolución del amor, aquella que remaba a contracorriente, la que deshacía mitos, la que viajaba a la esencia humana, al instinto, dónde encontraba las respuestas, todo aquello era tan sublime, me hacía tan feliz que no pude parar, quería más, quería dar más, quería recibir más, quería otro bebé.  Pero no encontré un bebé, encontré tres conmigo y ya nunca era suficiente. La mujer empoderada, el nuevo hallazgo de madre que había en mí estaba insegura, había de cuidar a un niño de dos años, a una recién nacida y a sí misma confundida y sedienta.

Debía pedir ayuda, lo hice y la encontré. He tenido la gran fortuna de contar con personas que no me han cuestionado y que me han regalado su presencia cada día. He leído mucho sobre «la tribu» y la importancia que tiene para criar a un niño pequeño, mi pareja y yo habíamos contado con ella pero no era una necesidad tan acuciante, sino más bien un extra, pero con dos cachorros la manada era, y es, un imperativo. Por un tiempo pensé que la situación era un fracaso, pero ahora veo la riqueza de la diversidad de referentes, esa tribu que empieza por una pareja que co-materna y que suma a otras personas que con su amor y su mirada participan en nuestro núcleo familiar, aportando la alegría y la frescura que en muchas ocasiones nos falta.

Este año me ha mostrado varias lecciones, he comprendido mis límites, he vivido el agotamiento y he visto en el espejo cómo lo que imaginaba era distinto a lo que después mis dedos acariciaban. En el proceso me sentí pequeña, me sentí víctima de mí misma, de mis delirios de súper-mamá, abatida y fracasada. Tuve miedo de quedarme sola con mis dos hijos, no soportaba la idea de que llorasen a dúo, de desbordarme, de llorar con ellos, de perder la paciencia, de enfrentarme a mi monstruo, de no encontrar la empatía, de no tener ocurrencias imaginativas que resolvieran los conflictos. Como una niña perdida grité auxilio y de forma mágica, durante meses, siempre tuve compañía a la hora de dormir a los niños, para las siestas, para las noches, siempre conté con alguien que contuviera a Maia mientras yo acompañaba a Marco. No hubieron largas tardes, o mañanas de aburrimiento para un niño inquieto junto a su madre y la bebé apéndice. Encontré el tiempo de intimidad para vincularme a Maia, las horas de teta, las horas de porteo, las horas de nana que un bebé necesita. Nos mecimos y nos miramos a dúo, nos mecimos y nos miramos a trío. Diez meses de lactancia en tándem y mucha cama compartida.

En no pocas ocasiones la sensación ha sido de que siempre fallas a alguien, o a los dos. Pero las sensaciones son sólo eso, hay que reconocerlas y mirarlas a la cara para dejarlas ir. Poco a poco he ido ganando valentía, el sueño ya nos encuentra juntos, el juego es compartido y lo que yo imaginaba de la maternidad múltiple va ganando terreno de luz. Dejo ir a la Silvia que se victimiza y acojo a la que se hace responsable sin miedo ni angustia. El colmo de una mujer egocéntrica es convertirse en madre, la culpa se alza por tus pantorrillas y no dejas de ver a tus hijos en el diván, parloteando sobre los grandes errores que cometió su progenitora, las malas decisiones, los malos ratos. Esta actitud es inmóvil, sólo me conduce al drama y encuentro mi segunda gran verdad: aceptar y acepto; fluir y fluyo. No puedo controlar pero me puedo adaptar. Ninguna organización me asegura una hora de dormir constante, un espacio personal, otro tiempo con mi pareja, no puedo asegurar ni predecir nada, lo puedo intentar y después, solo me queda eso, aceptar. Este año como madre de dos, más que nunca, dejo de pelear, entiendo la naturaleza pasajera y acojo lo que no me gusta, o lo intento. Compruebo que no soy perfecta, que mis hijos tampoco son modélicos, ni de apego, ni sin apego, sólo son, y para culminar mi resumen os diré que mi relación de pareja debe ser fantástica, porque sobrevive a la espiral de emociones, nos encontramos, flotamos y nos volvemos a encontrar.

Ser mamá de dos es una experiencia absolutamente brutal. No tienes opciones, debes agarrar la tabla que flota y aprender y absorver todo aquello que te conecte contigo misma para después devolverlo. No cambiaría nada, cada hecho ha tenido su función, atesoro mis experiencias y las escribo para no olvidarlas.

Y tú, ¿cómo llevas la maternidad múltiple?

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Un comentario »

  1. Preciosa entrada. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Yo he aprendido que 2 hijos no es igual que 1+1 y aunque los días son duros y agotadores, la felicidad es inmensa. Un abrazo

  2. Querida Silvia.

    Es un gusto leerte y sentir que no eres la única que siente miedo de no ser la madre modélica de libro y de la que hemos estado hablando hasta la saciedad.

    Yo tengo cinco, si si, cinco hijos. El mayor tiene 14 y el pequeño 3,…de que quieres que te hable del miedo, de la soledad, de la culpabilidad, de la pérdida de control, de los nervios, de los gritos y la tristeza de después, de recriminar a mi pareja, del dolor de la lucidez al comprobar que realmente no llego a cada uno cuando lo necesita, de intentar seguir la pista a un adolescente introvertido mientras amantas al pequeño por los rincones…

    Cuando hablo en mi blog de que la maternidad me ha enseñado a mirarme por dentro, no exagero. Todas mis sombras, mis oscuridades, lo que no veía de mi, ha aflorado con la maternidad múltiple, pero cuando ACEPTO y me abandono casi puedo tocar el cielo con los dedos.

    Tu lo has dicho hermosamente «No cambiaría nada, cada hecho ha tenido su función, atesoro mis experiencias». Y para ellos ha de ser igual, terminen o no en el diván hablando de su madre, esas han sido sus experiencias elegidas, justamente lo que han necesitado vivir para descubrirse.

    Un abrazo enorme y gracias

  3. te leo y me da pánico pensar en el segundo aunque la vida está hecha para las valientes. Me ha gustado tu frase sobre la pareja cuando dices «porque sobrevive a la espiral de emociones, nos encontramos, flotamos y nos volvemos a encontrar.» Así es como debe ser, ni más ni menos. Me ha encantado leerte, un abrazo fuerte!

  4. Uff, que bien escribes Silvia… De momento no se lo que significa ser madre de dos, pero leyéndote me sumerjo en la sensación y la saboreo como si fuera mía. Gracias por compartir, por abrirte tanto y dejarnos participar de algún modo en tu manera de vivir la maternidad que desde luego es pasión pura. Un abrazo enorme!!

  5. Yo estaba muy ilusionada con eso de seguir ampliando la familia y en unos años tener un segundo bichillo, y quizás un tercero, pero temo que la cuestión de la crianza se complique tanto al tener ya otra niña entre nosotros. Y yo soy de las que le cuesta la vida pedir ayuda a la tribu…

  6. ¿Ya ha pasado un año? Me parece increíble.Felicidades!!! 😀
    Me alegro de que hayas encontrado la ayuda que necesitabas. Yo no sé lo que es tener dos hijos y a veces pienso que no sería capaz de criar a dos de la misma forma en que lo he hecho sólo con Blanca.
    Un besote

  7. Como siempre, me siento totalmente identificada. La maternidad real, la de las sombras. El pedir ayuda, el hundirme, los delirios de super-mamá… El fallar siempre a alguien (incluído a mí misma), la culpa… Bufff. Este año ha sido tan tan intenso, tan brutal, sí, tan revelador…

    Un beso!

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