Celos II: las etiquetas.

Estándar

Necesitamos categorizar el mundo, las palabras nominan lo que percibimos de nuestra realidad, pero son insuficientes, son parciales y son traicioneras, muy traicioneras. Estoy  hablando de las PALABRAS-ETIQUETA y del modo en el que nos pueden hacer sus prisioneras.

¿Cuándo usamos las etiquetas? Cuando definimos y cuando comparamos, y en este contexto las traigo, las etiquetas entre hermanos, las etiquetas que pueden acentuar los celos y encorsetar personalidades.

Es de lo más habitual decir este tipo de cosas: «es tan nervioso por las noches, no duerme bien, en cambio su hermana lo hacía del tirón desde los cuatro meses», «el mayor come de todo, ¿pero el pequeño? es caprichoso y sólo bebe leche», «ella es tan sociable, sin embargo él, pobre mío, es tímido, no saluda, se esconde detrás de mí», ahora mi favorita «el niño es listísimo, pero muy vago, ¿su hermana? muy trabajadora, le cuesta, pero como trabaja tanto…», o esta «las niñas son más habilidosas, qué buena psicomotricidad fina tiene la mía, pero los niños… torpes con las manos y tan brutos…»

Podríamos seguir enumerando, quizás recordéis con dolor las vuestras. Yo era «¡tan responsable y estudiosa, una niña de diez!». Y si para mí era una carga mi propia etiqueta, imaginaos para mi hermana, suerte que nos llevamos bastantes años. No sé por qué, pero una vez que nos definen nos esforzamos muchísimo por cumplir esa expectativa, ya sea en virtud o en defecto: «si soy un niño malo y se espera de mí que no comparta o que pegue a mis amigos, no decepcionaré a nadie, no hay sorpresas, esto es mío o ZAS!

No puedo soportar el extendido uso de este niño «es un bicho», o «eres un niño malo», desde que somos bebés nos estamos juzgando unos a otros. Pero si hay un «niño malo» también ha de haber un «niño bueno» y esto no es necesariamente mejor. Para un niño recordar continuamente lo bueno (obediente, sumiso y a-problemático) que es, también le encadena, merma su capacidad de reacción para defenderse. Esto también me pasaba a mí y debo admitir que había una especie de placer al comprobarte absolutamente bondadosa, a pesar del tirón de pelo recibido, porque después siempre encontraba el abrazo reconfortante, «pobrecita tan buena y tan dulce, ven cariño que yo te arropo», de algún modo merecía la pena.

¿Qué sucede con los hermanos? Que la etiquetas vienen a pares y antagónicas, obediente-desobediente, aplicado-vago, sedentario-deportista, tímido-extrovertido, listo-tonto, frío-sensible, cariñoso-desapegado, bueno-malo… víctima-verdugo, y ésto si que no.

No se a vosotros, pero a mi se me cuelan algunas etiquetas por los rincones y ya me he plantado. Liberemos a los niños. Vamos a reparar en un ejemplo cotidiano, un niño que empuja a otro:

«Eres un pegón, eres malo, eso no se hace» Y «pobrecita mi pequeña, ¿te duele?» Estamos reforzando las etiquetas de agresor y agredido, de víctima y verdugo y hemos de considerar que lo que practicamos en casa es lo que vuela fuera, formando parte de la personalidad que se va gestando. No queremos ni víctimas ni verdugos.

La situación es injusta para la víctima, pero confiamos en que se podría resolver de otro modo, esto es: «Dile que no quieres que te  pegue, que te hace daño» y «estoy segura de que la próxima vez podrás resolverlo de otro modo, yo se que eres amable, ¿pensamos una solución juntos? ¿qué se te ocurre?». No hay víctimas, no hay verdugos, o al menos en teoría.

Otra etiqueta que por su simplicidad puede pasar inadvertida es la de mayor-pequeño, el concepto de primogénito, el del medio o el de benjamín, en sí mismo encierra unas características de personalidad concretas, ¿por qué el mayor ha de ser el más responsable? ¿20 meses de adelanto se pueden traducir en un modo de actuar para siempre? ¿o por qué el más pequeño ha de ser más mimado o dependiente? ¿y el del medio, libre o ignorado, siempre pugnando por su lugar? Los padres podemos condicionar más de lo que pensamos.

Ahora el juego consiste en ser creativos para liberar a los niños de sus etiquetas, eliminar los NUNCAS y SIEMPRES de nuestro vocabulario, ofrecerles alternativas, ya sabéis, también paciencia y bla-bla-blá.

¿Pero y los adultos? todo esto está muy bien para los niños, ellos tienen una mente plástica, en movimiento, en plena ebullición… Pero ¿y nosotros? ¿y nuestra pareja? ¿y nuestros amigos y familiares? Liberémonos todos de las etiquetas, atrevámonos a ser y confiemos en los demás. Ejemplo: «siempre estás cansada a estas horas, no se puede contar contigo después de la cena, eres aburrida, tienes poca batería» a «veo que hoy estás cansada, ¿puedo ayudarte de algún modo?, seguro que mañana nos animamos a ver una película después de dormir a los niños». Creo que esta actitud es más creativa, ¿os animáis?

POR UNA ABOLICIÓN DE LAS ETIQUETAS

Para saber más: Las terribles consecuencias del «efecto pigmalión«.

Un comentario »

  1. Estoy contigo! Y este tema entre hermanos lo comenté en un post no hace mucho, no quiero que se vean como rivales sino como un apoyo. Y hay que empezar por eliminar las comparaciones y las etiquetas! Cada uno es como es, con sus defectos y sus virtudes, cada uno tiene unas habilidades, y no tienen por qué ser unas mejores que otras. Aceptémonos como somos!

    • A veces pienso que es inevitable que rivalicen entre si, puede que sea parte de nuestro instinto de supervivencia, pero al menos no debemos fomentarlo o incitarlo nosotros.
      Gracias por pasarte Entremishoras!

  2. Las palabras nominan (ponen nombre a las cosas) y las palabras hacen mundo (se configura la realidad desde las palabras). Es un binomio inevitable. En el contexto de las etiquetas sería interesante diferenciar entre comportamientos y cualidades. Somos la suma de nuestras cualidades y nuestros comportamientos, y no siempre son unos la consecuencia de los otros. Si ante un comportamiento dado, sea o no de nuestro agrado, a un niño se le responde con el «eres» tal o eres cual, ya estamos poniendo la etiqueta a la persona, en lugar de ponérsela al comportamiento. Etiquetar esta bien, es un recurso útil y necesario, nos sirve para ordenar cosas, para categorizar. Pero hay que cuidar de no encajonar al niño en ese orden, sino de enseñarle a transitar por él, trasladando los juicios de valor de las cualidades a los comportamientos, al ámbito en el que el niño se relaciona con el mundo y con el mundo «nominado». ¿Y los adultos? Pues lo mismo, a aplicarnos el cuento.

    • Gracias Aiala, siempre es un privilegio para mi contar con tu respuesta, tan lúcida y clarificadora. Es cierto, sin palabras ¿cómo habríamos de poner orden a nuestro entendimiento? Cuando un comportamiento no es adecuado, al menos en sociedad, habremos de categorizarlo. Me quedo con tu análisis comportamiento/cualidad, gracias!
      Un inmenso abrazo Aiala

  3. Como siempre muy interesante…es una lucha continúa porque en casa mi Santo es «contra etiquetas» y yo no les tengo manía. Tienes mucha razón que elegir las palabras hace que el efecto sea mejor pero creo que al categorizar y etiquetar también tenemos una forma de «conocer». ¿Por qué tiene que ser negativa la forma? ¿El problema son los calificativos? Nombrar nos permite conocer. Comparar aprender. La relación entre hermanos es compleja pero cómo saber qué es bueno, qué es malo. Para mi mis hermanos son mi «mejor ejemplo» de lo que es extraordinario. Un besote desmadroso

    • Es complicado Mónica, como decían en un comentario arriba, no es igual poner palabras a una cualidad, eso nos ata o predispone, que a un comportamiento, eso nos ayuda a mejorar.
      Que los hermanos sean nuestro mejor ejemplo es bueno siempre que no sea a nuestra costa, que no suponga un menosprecio hacia nosotros mismos. No debemos seguir la estela de nadie, lo ideal sería admirar nuestras diferencias din pretender imitarlas, y no digo que ses tu caso, of course.
      Un fuerte abrazo bella mía!

  4. en mi casa así fue durante mucho tiempo: yo la niña buena y perfecta, mi hermano el malo, el terrible, el insoportable. Creo que nos pesaron a cae uno en su propia dimensión y nos separaron mucho tiempo. Importante tema para reflexionar y hacer algo por cambiar. Un abrazo!!

  5. Buenos días,
    Me parecen muy interesantes los comentarios y reflexiones que hacéis sobre los hijos y las distintas personalidades que han desarrollado cada uno de ellos en comparación con los hermanos.
    Soy psicóloga y hace unos días escribí un post en mi blog sobre el desarrollo de la personalidad de los hijos en función del orden de nacimiento. Según el orden de nacimiento aparecen determinadas generalidades para el hijo único, primogénito, hermano mediano y hermano pequeño.
    Por si os parece interesante y puede ser de utilidad, os dejo aquí la dirección al post:

    http://www.mariapsicologamadrid.com/blog/2014/11/8/que-lugar-ocupo-entre-mis-hermanos-y-como-me-afecta

    Estaría encantada de recibir vuestros comentarios y opiniones.
    Un saludo,
    María

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